Empleados armados defendiendo su lugar de trabajo. Vecinos disparando balas para proteger el súper que está al lado de sus hogares. Chicos corriendo por todos lados. Gritan “tenemos hambre”. El hombre desconfía del hombre. Tienen miedo. Un puñado de motos pasea por las calles. Se detiene y como pirañas destruyen cualquier vidrio que se les antepone. No hay hambre. Hay saña. Ahí cargan televisores en las motos; freezer, en los carros.
Por la mañana el gobernador Alperovich dice que “la seguridad está bien”. y el secretario de Seguridad Ciudadana, Hofer, advierte que lo ocurrido en otras provincias no pasará. Un alto jefe policial le dice a un periodista de LA GACETA que no habrá saqueos. Las autoridades transmiten descontrol, desborde, ignorancia. Un mal diagnóstico. Un grave problema social se les escapa de las manos. Una crisis de autoridad los envuelve. Un grupejo de policías díscolos se anima a anunciar que hora tras hora todo será peor. Irresponsables. Ciegos.
La noche tucumana está vacía. Las motos aún rugen y los disparos retumban. Los vidrios siguen cayendo y los candados cediendo. Un puñado de gendarmes no termina de transmitir calma. Hay más miedo. Hay heridos. Maldito tiempo circular. A esta película ya la vimos todos y la vuelven a pasar. En el día que la democracia festeja, una amarga sensación de tristeza nos embarga.